El pepino es sinónimo de verano. Su sabor suave y refrescante lo convierte en un clásico infaltable de las ensaladas, los jugos y las comidas livianas.
En la huerta, es una planta alegre que crece rápido, se enreda y llena de vida cualquier rincón verde.
Cultivarlo es simple y muy gratificante. Con un poco de sol, riego constante y espacio para trepar o extenderse, el pepino se desarrolla con fuerza y produce una cosecha abundante.
Además, sus flores amarillas y su follaje denso hacen que el cultivo sea tan decorativo como productivo.
El pepino necesita calor y pleno sol. Se desarrolla mejor entre 20 y 30 °C y no tolera las heladas.
La siembra ideal es a partir de la primavera, cuando el suelo ya está templado. En zonas frías, podés iniciar los almácigos bajo techo.
Podés sembrar directamente en tierra o en maceta profunda. Colocá 2 o 3 semillas por golpe a unos 2 cm de profundidad, dejando 40–50 cm entre plantas y 80–100 cm entre hileras.
Cuando las plántulas tengan 3 o 4 hojas verdaderas, dejá la más fuerte.
Las variedades trepadoras se benefician de un tutor o enrejado: mejora la ventilación, la forma del fruto y el aprovechamiento del espacio.
El pepino crece mejor en suelos sueltos, fértiles y bien drenados.
Antes de sembrar, incorporá compost maduro o humus de lombriz.
Durante la temporada, reforzá con abonos naturales ricos en potasio y nitrógeno, como purín de ortiga o té de banana, para favorecer floración y frutos firmes.
Necesita riego regular y abundante, especialmente en floración y fructificación.
Evitá mojar las hojas para prevenir hongos y aplicá un acolchado vegetal para conservar la humedad.
Cosechá los frutos con frecuencia: cuanto más recolectes, más pepinos producirá la planta.
Las plagas más comunes son pulgones, trips y oídio (polvillo blanco en las hojas).
Controlá naturalmente con jabón potásico o extracto de neem.
Podés asociar el pepino con albahaca, caléndula o maíz, que ayudan a repeler insectos y mejorar la polinización.
Los pepinos están listos cuando alcanzan el tamaño típico de su variedad (unos 15–20 cm).
Cortalos antes de que se pongan amarillos o demasiado grandes, ya que pueden volverse amargos.
Se conservan en la heladera hasta una semana o podés prepararlos en conservas y encurtidos caseros.
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