El cilantro divide aguas: o lo amás o no lo entendés todavía 🌱.
Pero una vez que probás sus hojas recién cortadas, con ese perfume cítrico y ese toque a bosque verde, se vuelve un imprescindible de la cocina.
Ideal para salsas, guacamoles, currys y ensaladas, tenerlo fresco en casa es un antes y un después.
Y lo mejor: es fácil de cultivar. Con buena luz, riego constante y algo de paciencia, podés disfrutar de un cilantro frondoso durante toda la temporada.
El cilantro prefiere climas templados a frescos. En el hemisferio sur, se siembra a fines del invierno y se disfruta durante la primavera y el otoño.
No tolera el calor extremo: las altas temperaturas lo hacen florecer antes de tiempo.
Ubicalo en un lugar soleado pero con algo de sombra en las horas más intensas del día.
Podés sembrar cilantro directamente en tierra o en maceta, ya que no le gusta el trasplante.
Sembrá a 1 cm de profundidad, dejando 10–15 cm entre plantas, y mantené la tierra siempre húmeda hasta que germine (tarda de 7 a 10 días).
Si querés cosechar durante más tiempo, sembrá cada 20 días para tener plantas en distintas etapas.
El cilantro necesita un suelo ligero, fértil y con buen drenaje.
Antes de sembrar, mezclá compost o humus de lombriz con la tierra para aportarle nutrientes.
Evitalo en suelos compactos o pesados: sus raíces necesitan espacio para desarrollarse.
En macetas, elegí recipientes de al menos 20 cm de profundidad, con agujeros de drenaje.
El cilantro adora la humedad constante, especialmente durante la germinación y el crecimiento inicial.
Regá a diario o día por medio, sin encharcar.
Si la planta empieza a florecer, cortá las flores para prolongar el tiempo de cosecha de hojas.
Un acolchado vegetal (paja o restos secos) ayuda a mantener la humedad y la temperatura del suelo.
Puede ser atacado por pulgones o mosca blanca, sobre todo en ambientes muy secos o con poca ventilación.
Rociá con jabón potásico o infusión de ajo, y evitá el exceso de nitrógeno en el suelo, que favorece las plagas.
El cilantro también atrae insectos benéficos, como las mariquitas y las abejas, que ayudan a mantener el equilibrio natural de la huerta.
Podés empezar a cosechar hojas cuando las plantas alcancen 15–20 cm de altura, cortando desde la base.
Si dejás que florezca, vas a poder recolectar semillas (coriandro) que se usan secas como especia.
Conservalo fresco en frascos con agua o envolvelo en papel húmedo dentro de la heladera.
Cultivar cilantro es descubrir una de las aromáticas más nobles y versátiles de la huerta.
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