La chaucha y el poroto comparten raíces —literalmente—: son la misma planta en distintas etapas de su desarrollo. Primero, sus tiernas vainas verdes; después, sus semillas maduras y llenas de energía. Ambas versiones aportan sabor, textura y mucha vida a la huerta.
Tenerlas en casa es una experiencia hermosa y muy productiva. Son plantas trepadoras o arbustivas que llenan el espacio de verde, flores y movimiento.
Procurá que tengan una estructura o tutor de la que puedan agarrarse para crecer: una caña, un enrejado o una simple red pueden ser sus mejores aliadas.
Las chauchas y los porotos necesitan sol pleno y temperaturas templadas o cálidas. No toleran el frío ni las heladas, así que la siembra ideal es desde la primavera hasta el verano temprano.
La temperatura del suelo debe estar por encima de los 15 °C para garantizar una buena germinación.
Podés sembrarlas directamente en la tierra o en macetas grandes, ya que no les gusta el trasplante.
Colocá 2 o 3 semillas por golpe, a unos 3–4 cm de profundidad, y mantené una distancia de 30–40 cm entre plantas.
Si elegís una variedad trepadora, asegurate de colocar el tutor desde el inicio.
Prefieren suelos sueltos, bien drenados y ricos en materia orgánica, pero sin exceso de nitrógeno (demasiado follaje y pocos frutos).
Un suelo equilibrado con compost maduro o humus de lombriz es ideal para estimular una buena floración y fructificación.
El riego debe ser moderado y constante, especialmente en la etapa de floración y formación de vainas.
Evitá mojar las hojas para reducir el riesgo de hongos, y colocá un acolchado vegetal para mantener la humedad.
Un detalle importante: no trabajes la tierra cuando esté muy húmeda, porque las raíces de las leguminosas son delicadas.
La chaucha y el poroto fijan nitrógeno en el suelo, por lo que son excelentes para rotar con cultivos exigentes como tomate o berenjena.
Pueden sufrir ataques de pulgones o arañuelas, pero se controlan fácilmente con jabón potásico o extracto de ajo.
También atraen insectos benéficos gracias a sus flores.
Las chauchas se cosechan cuando las vainas están tiernas y los granos aún pequeños.
Si dejás madurar las vainas completamente y las secás, obtendrás porotos secos, perfectos para guardar o resembrar.
En ambos casos, recolectá con frecuencia para estimular la producción continua.
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